El Museo la Salle de Ciencias Naturales representa una de las formas en que se despliega la pedagogía lasallista, para guardar la memoria, no sólo de las experiencias de aprendizajes, sino también para dar a conocer y hacer partícipe al resto de la sociedad de los resultados de sus investigaciones en la docencia.

El museo propiamente nace en el año 1960. Su fundador el Hno. Eduardo Fernández Profesor de Ciencias Naturales del Colegio la Salle, se dedicó a recoger algunos trabajos y tareas de investigación elaboradas por alumnos de secundaria en el área de ciencias, que sirvieron de estímulo para que otros estudiantes se interesaran más en la observación de la biodiversidad tan rica y variada de Costa Rica.

Los mejores trabajos se iban guardando y al final del año escolar se hacían exposiciones que dieron como resultado colecciones sencillas pero interesantes y motivadoras.

Por aquellos días en el Señor Gregorio Litwin se dedicaba a la importación de aves exóticas de los diversos continentes para abastecer a zoológicos tanto de EEUU como de Europa. Algunos animales se morían en el proceso y el mejor destino que se les podía dar era disecarlos, lo que se convirtió en materia de donación permanente con lo que se fue formando lo que hoy es el museo. Muchas personas amantes de la naturaleza también hacían donaciones de mascotas y ejemplares que aparecían muertos. Todo ello obligó diez años más tarde a construir, con la ayuda incondicional de los Padres de familia lasallista, la primera parte de lo que hoy es el Museo la Salle, convertido a la fecha en un campo expositivo de 2.430 metros cuadrados.

Lo que da valor a nuestro museo es la gente que lo visita y lo que obtiene de lo que observa. En él se conservan patrimonios naturales y culturales de nuestra patria y de la humanidad, fomentando así el amor a la naturaleza y la responsabilidad por la conservación de los recursos naturales y las especies en vías de extinción.

El recorrido por las diversas salas de exhibición es una invitación a explorar, aprender y disfrutar de la naturaleza. Después de una agradable visita, la sensación que queda es darse cuenta de lo valioso que es perseverar pero al mismo tiempo asumir el reto de cuidar la naturaleza.